La crisis global generada por el covid ha impactado con crudeza en la movilidad de personas y mercancías. La logística europea ha demostrado su profesionalidad en una muy difícil situación y ha escrito páginas heroicas para garantizar los suministros de bienes básicos en lo más duro de la pandemia. Una entrega que también mereció aplausos desde los balcones. Pero la pandemia también nos enseñó grietas y fisuras. El Plan Europeo de Recuperación ofrece una gran oportunidad al transporte para imprimir velocidad a algunas transformaciones imprescindibles.
La UE ha respondido a esta crisis con una potencia financiera, una actitud y unos hechos muy diferentes a los que planteó frente a la crisis financiera de 2008. En esta ocasión la liquidez será la norma, en vez de la austeridad. Nos endeudamos juntos para recuperarnos juntos. Además, hay una hoja de ruta clara para utilizar los fondos NextGeneration. No se trata de volver a la situación de partida. Hay que convertir el reto en oportunidad y transformar profundamente la economía europea para hacerla más resiliente, más sostenible y más social.
El transporte es una de las piezas clave de este proceso de cambio. El movimiento de personas y mercancías genera el 25% de las emisiones que produce la Unión. Hay subsectores que avanzan muy lentamente en la incorporación de las ventajas que, para la logística, plantea la digitalización. Tampoco se producen a la velocidad debida los cambios derivados de legislación aprobada como los paquetes ferroviario, de movilidad o el cielo único, ni las inversiones vinculadas al despliegue de la Red Transeuropea de Transporte.
La dimensión de los cambios que se avecinan puede impresionar, pero no debería asustar a empresas y profesionales que tienen en su conocimiento y aptitud la mejor herramienta para pilotar con éxito esta enorme transformación.
Las prioridades establecidas en el Next Generation deben estimular un cambio en esta situación pues resiliencia, sostenibilidad y cohesión tienen una muy estrecha relación con las oportunidades de mejora de la movilidad. El catecismo que propone el plan europeo de recuperación se concreta, para el transporte, en una Estrategia de Movilidad Inteligente e Integrada que ha presentado la comisaria Valean en la Comisión de Transporte del Parlamento Europeo. Un plan que, por primera vez, supera la gestión del transporte por modos para plantear una visión holística de la circulación de personas y mercancías y unos objetivos consecuentes con esta visión.
Esta forma de aproximarse a la cuestión implica un profundo cambio de culturas corporativas y modos de operación. Del esquema carretera, aviación ferrocarril, etc. pasamos a la cooperación integrada e inteligente, centrada en aprovechar las mejores virtudes de cada subsector para ofrecer más y nuevos y mejores servicios, y poder alcanzar ambiciosos objetivos climáticos, sociales, industriales y económicos. Unas cifras que podrían sorprender pero que abren camino no solo para proporcionar vehículos más limpios sino para revolucionar sectores de actividad apegados a su zona de confort.
La estrategia exige un enorme cambio y esfuerzo a la industria de la movilidad. Pero obliga a los poderes públicos a acompañarla de manera coherente, decidida y con más que palabras, con presupuestos, normativa y dirección política. En algunos campos, por ejemplo, el de las infraestructuras, la estrategia europea pone cifras al retraso, 100.000 millones al año. En otros ámbitos, como el muy relevante del big data que se deriva de la movilidad, su extracción, almacenamiento y explotación plantea un reto innovador que requerirá de nuevas reglas, infraestructuras digitales y capacitaciones profesionales, y generará empleos de calidad y nuevos y más eficientes servicios.
La dimensión de los cambios que se avecinan puede impresionar, pero no debería asustar a empresas y profesionales que tienen en su conocimiento y aptitud la mejor herramienta para pilotar con éxito esta enorme transformación.