La pandemia ha servido para que muchos sectores productivos, organizaciones y estructuras de gestión públicas y privadas hayan asumido que muchos de los cambios a que nos obligan la globalización y la crisis climática han de acometerse con mucha más energía y rapidez de la prevista. El mundo del transporte es uno de los que vive más directamente esta interpelación. La movilidad ha sido y va a seguir siendo una de las claves del éxito de nuestro desarrollo. Y hacerla progresar desde el actual esquema de gestión por modos de transporte hacia un sistema de movilidad conectado, integrado y sostenible, es decir inteligente, es el camino por el que estamos ya transitando a marchas forzadas.
Ese sistema inteligente requiere, en primer término, talento. Apostar por las personas y realizar un esfuerzo predictivo para acercar la formación a los perfiles que requiere este modelo es prioritario. Igualmente hay que anticiparse, en el campo regulatorio, a los retos que plantea esta transformación.
Desde cuestiones vinculadas a la protección de datos hasta la conducción autónoma, pasando por el blindaje contra el dumping, la interoperabilidad en y entre modos de transporte, las infraestructuras en general y, en particular, las que deben normalizar la distribución de combustibles y fuentes alternativas de energía para la movilidad requieren una respuesta legislativa técnicamente actualizada y rápida.
Los profesionales de la movilidad son igualmente conscientes del impulso que hay que dar a la digitalización, la clave para poner a disposición del sector un big data que recoja y almacene el resultado de monitorizar movimientos de personas y mercancías, medios para realizarlos, costes, emisiones y otros parámetros respetando escrupulosamente las normas europeas sobre protección de datos.
Un paso imprescindible para ofrecer servicios de nueva generación. También obliga a intervenir para descarbonizar todos los modos de transporte, un reto para la industria de la movilidad y para la de la energía. Es imprescindible en este ámbito contar con la ciencia y la tecnología para aprovechar las muy apreciables aportaciones que pueden realizar combustibles alternativos disponibles y contribuir así a una transición que solo será posible si es justa, realista y se desarrolla con (y no contra) la industria.
“Hay inversiones cuyo impacto es netamente europeo. Lógicamente aportan mucho en lo próximo, pero fomentan la intermodalidad, eliminan cuellos de botella entre estados y son piezas imprescindibles para avanzar hacia el sistema integrado que necesitamos”
Invertir en infraestructuras igualmente inteligentes, priorizar adecuadamente el gasto para eliminar los cuellos de botella que generan hoy saturación en muchas vías principales y apostar por los equipamientos que deben conectar vehículos y vías de circulación es otro objetivo inaplazable. Las prioridades están acordadas y se revisan periódicamente a nivel europeo, pero demasiados estados no acaban de asumir el concepto de valor añadido europeo, y siguen anclados en la dinámica del justo retorno.
Hay inversiones cuyo impacto es netamente europeo. Lógicamente aportan mucho en lo próximo, pero fomentan la intermodalidad, eliminan cuellos de botella entre estados y son piezas imprescindibles para avanzar hacia el sistema integrado que necesitamos. Cada retraso en este empeño, además de costar mucho dinero a las arcas públicas, es un palo en la rueda de la nueva movilidad inteligente.
Estoy convencida de que el conocimiento que atesora hoy el mundo profesional es el mejor punto de partida para realizar esta transformación con rapidez, seguridad y realismo. La idea fuerza, ese sistema integrado de movilidad inteligente, une a industria, proveedores de servicios y usuarios.
Nadie debe interpretar que los cambios que vienen son una enmienda a la totalidad contra lo que nos ha traído hasta aquí. Por el contrario, serán tanto más efectivos y rápidos si son el fruto de abonar ese saber hacer con la innovación y las condiciones que deben crear las comentadas aportaciones en tecnología, infraestructuras, transformación de vehículos, gestión de datos y regulación. Como siempre, el factor humano es y seguirá siendo decisivo.
