Como casi siempre, la moneda tiene dos caras. También en el caso de la digitalización y el uso del cloud. Uno de los efectos positivos es que, si las empresas migran sus aplicaciones y cargas de trabajo al cloud de un gran proveedor, comparten estos recursos, tan intensos desde el punto de vista del consumo eléctrico, en centros de datos con otras empresas.
Además, el consumo de energía puede optimizarse si el operador de los centros de datos utiliza el hardware de la manera más eficiente posible. Es como si más personas utilizaran el transporte público en lugar de su propio coche. Los operadores de grandes centros de datos suelen disponer de infraestructuras y sistemas de refrigeración mucho más eficientes energéticamente.
Sin embargo, la digitalización supone una carga para el medioambiente. Según estudios del Uptime Institutes, los centros de datos ya eran en 2018 responsables del 0,8 al 2% del consumo de electricidad mundial. Dado que es imposible diseñar el futuro sin digitalización, debemos implementar ya medidas efectivas para reducir las emisiones, también en lo que al cloud se refiere. Se necesitan procesos de medición estandarizados que puedan medir de forma uniforme los efectos de las infraestructuras informáticas sobre el clima, solo así podrán las empresas garantizar que invierten en las tecnologías correctas.
Los diferentes actores de la economía digital son conscientes de esta responsabilidad y, por lo tanto, establecen objetivos climáticos cada vez más ambiciosos. Es también el caso de Deutsche Telekom: para 2025, queremos ser climáticamente neutros. Para acelerar este proceso, acabamos de establecer una sociedad con Shell. En el futuro, la empresa suministrará a nuestras sedes de EEUU electricidad procedente al 100% de energías renovables. A cambio, renovaremos el entorno cloud y Shell instalará más de 10.000 estaciones de carga para vehículos eléctricos en Alemania.
Esta mayor concienciación sobre la huella ecológica ya no es un tema puramente empresarial, sino que ocupa a todas las industrias. Según KPMG, el 65% de las empresas publica objetivos para reducir sus emisiones de CO2. La sostenibilidad ya no es una cuestión de imagen. En el futuro, las empresas deberán poder medir cada vez más las consecuencias ecológicas de sus actividades. De este modo, la ética corporativa general se reorienta hacia perspectivas más sostenibles.
“Al final, la motivación por entender mejor la sostenibilidad propia debería estar impulsada principalmente por la propia ética empresarial, ya que en el futuro las empresas deberán medirse cada vez más en función de ella”
Para contrarrestar la tendencia al greenwashing, un sentido de la responsabilidad y concienciación medioambiental falsos, la Comisión Europea está trabajando en una propuesta legislativa propia. Un objetivo de esta iniciativa es que, si las empresas publicitan sus productos o servicios como sostenibles, en el futuro tendrán que demostrar dicha sostenibilidad con métodos estandarizados.
Soluciones como Azure Sustainability Calculator o el Energy Dashboard de T-Systems ya demuestran lo que puede lograrse. Aunque esto no es más que el principio: para contribuir a un enfoque uniforme, como miembro del Climate Neutral Data Centre Pact, colaboramos activamente en el desarrollo de indicadores de sostenibilidad fiables para el cloud.
Las empresas no solo necesitan estos estándares uniformes para implementar sus objetivos climáticos de forma más consecuente, sino también para presentar a sus clientes su huella de carbono de manera más transparente. Cada vez más socios comerciales solicitan esta información para poder evaluar mejor la sostenibilidad de su cadena de valor.
Hablo desde mi propia experiencia. Muchos de nuestros grandes clientes de sectores como el automovilístico, el transporte o el suministro energético preguntan activamente por la huella de carbono de nuestras soluciones cloud. De este modo, estos indicadores uniformes para la sostenibilidad de productos y servicios serán también en el futuro un importante factor competitivo.
Al final, la motivación por entender mejor la sostenibilidad propia debería estar impulsada principalmente por la propia ética empresarial, ya que en el futuro las empresas deberán medirse cada vez más en función de ella.