El lanzamiento de un nanosatélite para completar las redes 5G en Catalunya no es una noticia menor. No lo es, al menos, para el sector de la logística, que tiene pendiente una revolución tecnológica que se juega en dos planos, el digital y el medioambiental. Estos pequeños aparatos del tamaño de una caja de zapatos, de unos 10 kilos de peso, capaces de moverse en una órbita concreta apuntando a un lugar preciso, con capacidad para retransmitir señales de voz y texto, suponen la posibilidad de desplegar redes de telecomunicaciones complementarias a las terrestres o a las satelitales convencionales a un coste incomparablemente menor.
En el caso catalán, los impulsores del proyecto estiman que se necesitan seis de estos CubeSet para alumbrar Catalunya de manera permanente, en cualquier momento del día o de la noche, y acabar con las zonas de sombra que aún hoy existen en muchos puntos del territorio, allí donde la orografía impide o dificulta la cobertura de internet.
Actualmente, ya hay empresas capaces de poner en órbita una constelación de 200 nanosatélites a un coste similar al que representa solo un satélite convencional. Las posibilidades que se abren para territorios de una enorme extensión, de compleja orografía y pocos recursos económicos, son ilimitadas.
África o Sudamérica son sus mercados potenciales, donde pueden ejercer de factores correctores de la brecha digital entre estos y el llamado primer mundo. Pero no solo allí, también en Europa, EEUU o China con numerosas regiones de compleja orografía, donde las telecomunicaciones convencionales suponen costes adicionales que se convierten en barreras al desarrollo y a la actividad económica.
Hoy asistimos a un proceso de reconversión de la industria del transporte y la logística sin precedentes (tal vez tendríamos que remontarnos a la invención de la rueda) en el que estos pequeños artilugios que orbitan sobre nuestras cabezas tendrán un papel clave sobre lo que movemos por tierra, mar y aire
En este punto, los operadores logísticos y las infraestructuras de transporte pueden ser los grandes beneficiados de la implantación de una tecnología de menor impacto que su hermana mayor a un coste asumible. El 5G está a la vuelta de la esquina y con él llegará el internet de las cosas, hoy en fase muy inicial. Cientos de millones de dispositivos se comunicarán entre ellos y a la vez con las personas y organizaciones, creando una red con millones de ramificaciones, proporcionando ingentes cantidades de datos que debemos saber administrar.
El contenedor inteligente llama a la puerta de la logística. En pocos años, las teus serán también digitales, multiplicarán los ratings de eficiencia de la actividad a todos los niveles (también en el medioambiental) y nos obligarán a transformar operativas, esquemas y procesos.
A su vez, surgirán nuevas necesidades a las que tendremos que dar respuesta con nuevos servicios de valor añadido para empresas y mercados, consumidores y ciudadanos de todo el mundo. Hoy asistimos a un proceso de reconversión de la industria del transporte y la logística sin precedentes (tal vez tendríamos que remontarnos a la invención de la rueda) en el que estos pequeños artilugios que orbitan sobre nuestras cabezas desempeñarán un papel clave sobre lo que movemos por tierra, mar y aire.
Catalunya y España en su conjunto no deberían (no pueden) quedar al margen.
