MSC se ha encaramado al sexto lugar en el ranking de emisores de carbono de la Unión Europea. Según un estudio de Transport & Environment, la Mediterranean Shipping Company se sitúa justo por detrás de las cinco principales centrales térmicas de Alemania, los primeros focos de emisión contaminante de efecto invernadero del continente.
En 2020, el segundo operador global de transporte de contenedores emitió un total de 10,9 millones de toneladas de CO2 en todos los viajes que partían o llegaban a puertos europeos, una ligera disminución del 3% respecto a 2019.
Esta cifra la coloca claramente por delante de la danesa Maersk, que le sigue con 6,5 millones de toneladas. En tercera posición figura la francesa CMA CGM, con cinco millones, por delante de Cosco (3,8 millones) y Hapag Lloyd (3,6). El informe solo valora las emisiones realizadas en los trayectos entre puertos europeos.
Para la entidad ambientalistas, estos datos deberían incitar a las autoridades europeas a “limpiar la industria” haciendo que los transportistas paguen por la contaminación que generan y comiencen a usar combustibles ecológicos.
“Por tercer año consecutivo, el mayor emisor de transporte marítimo ha subido al top 10 de los mayores contaminadores de Europa. El hecho de que un operador de buques supere a las plantas de carbón demuestra que las cosas no funcionan. Necesitamos un mercado de carbono de la UE que haga que el transporte marítimo pague toda su contaminación”, asegura Jacob Armstrong, responsable de transporte marítimo de T&E.
La mayor parte de la contaminación de las cinco mayores compañías navieras se produce en trayectos entre puertos europeos y no europeos, en una proporción que oscila entre el 65% y el 79%.
Nueva regulación ambiental
A finales de este mes, la Comisión Europea anunciará si las navieras deberían comenzar a comprar permisos de contaminación y usar combustibles ecológicos para estas rutas extraeuropeas, que representan el grueso del impacto climático del transporte marítimo europeo.
La organización es muy crítica con la posición de la Comisión Europea en esta materia. Así, le pide que excluya el GNL y los biocombustibles basados en cultivos y apoye los combustibles electrónicos verdes, como el hidrógeno renovable y el amoníaco.
“No es demasiado tarde”, afirma Delphine Gozillon, de T&E. “Es fundamental que tengamos una ley de incentivos a los combustibles electrónicos; el borrador actual los compara con combustibles contaminantes mucho más baratos, lo que no les da ninguna posibilidad de competir en precio. La UE debería hacerlos más atractivos en términos de coste a través de supercréditos”, añade.