Emilio Guardiola, presidente del Coacav, viene de familia de agentes de aduanas. Hace 45 años que ejerce y lleva 12 al frente del Colegio de Agentes de Aduanas de València. La institución celebra este mes su centenario.
— ¿Qué balance hace de los 100 años de vida del Colegio?
Muy positivo gracias a los presidentes y las juntas directivas anteriores. Somos un colectivo, tenemos que dar unos servicios a nuestros afiliados y lo hacemos lo mejor que podemos.
— ¿Es un colectivo unido?
Sí, sobre todo para tratar con la administración porque planteamos problemas comunes a todos. Nos reunimos con la aduana más o menos una vez al mes e intercambiamos información. El puerto de València ha creado varios grupos de trabajo, de transporte, controles y demás en los que participamos activamente. Es un gran honor para mí presidir el colegio cuando cumple 100 años de vida.
— ¿Y su balance personal al frente de la institución?
Antes que nada tengo que agradecer su labor a mis antecesores, Jaime Boira y Miguel Tell, con el que estuve de secretario y aprendí mucho. El Colegio ha sido una continuidad, funcionaba y se ha ido renovando y ajustando a los cambios administrativos y a las demandas de los colegiados. Un paso importante fue comprar la sede para estar cerca de los colegiados, en la calle JJ Dómine, que es una ubicación inmejorable.
— Antes estaban en el emblemático edificio de la Aduana, cuya construcción promovió el mismo Colegio en la antigua dársena del puerto de València…
Después de la guerra, el Estado no tenía dinero y el Colegio alcanzó un acuerdo con los exportadores para poner una tasa que recaudábamos los agentes de aduanas. Con eso se sufragó la construcción del edificio en el que estuvimos hasta hace 12 años.
— ¿Por qué se fueron?
En aquella época el trato era de palabra, no había papeles. Llegó un momento en que Patrimonio preguntó por qué estábamos allí si no éramos de la administración. Como no teníamos un título, resolvió que estábamos en precario y que teníamos que salir de allí. Y allí se quedaron las grandes mesas de trabajo en las que se despachaba y otras cosas. El edificio es de la Aduana y ahora está en obras.
— ¿Siguen despachando allí?
Sí, pero con el covid ha cambiado todo, la gente trabaja desde su casa. Incluso los propios funcionarios. Y necesitas citas previas para muchos trámites. Seguimos yendo allí, pero la entrada está limitada, como en toda la administración.
“Más que el excesivo rigor de las aduanas lo que ocurre es que las funciones de la administración van cambiando”
— Algunos importadores se quejan del excesivo rigor de las aduanas…
Más que el excesivo rigor de las aduanas lo que ocurre es que las funciones de la administración van cambiando. Normalmente, en el organigrama estaba el departamento de aduanas, las aduanas y una regional que llevaba la coordinación. Ahora todas las aduanas son regionales y las relaciones de las distintas aduanas con la regional cambian de una provincia a otra. Las regionales han cogido bastante auge y no hay un criterio de arriba único para que funcionen todas idénticamente. Los criterios de las de Catalunya, por ejemplo, no coinciden con los de las de la Comunitat Valenciana. No hay uniformidad de criterio y eso hace que haya retrasos en los trámites. Y lo hemos dicho, pero lo niegan.
— ¿Cómo se puede mejorar eso?
Estamos siempre en contacto con la administración, somos colaboradores y cuentan con nosotros porque representamos a una masa importante de empresarios exportadores e importadores así como sujetos pasivos. Esto es algo nuevo, nos han dicho que está en rodaje y que irá mejorando. Nosotros les damos nuestra opinión y les sugerimos cosas que se pueden hacer. Confiamos en que se vayan limando las diferencias y se arreglen las cosas. Debería haber un criterio único para interpretar ciertas decisiones, trámites y requisitos y así se agilizaría la gestión … ¡Hombre! No todo va mal, no hay que ser alarmistas, son casos concretos los que fallan, pero hay muchas cosas que se pueden mejorar, no solo en la aduana, sino a nivel sanitario, en ciertos controles, en ciertas mercancías y en otras cosas.
— ¿Y ese es el principal problema?
El principal es que dependemos de legislaciones comunitarias, nacionales, sanitarias y otras que están cambiando constantemente y estar poniéndonos permanentemente al día supone un gran esfuerzo. La informática ayuda mucho y el puerto de València ha colaborado en esto para que haya buenas conexiones y poder intercomunicarnos con otros organismos, como Sanidad, fito o el Soivre. Somos una profesión que siempre ha tenido cambios por las modificaciones en las legislaciones. Teníamos unas ordenanzas exclusivas para aduanas y estaban muy bien hechas porque recogían toda nuestras funciones y nuestra problemática. Al entrar en el mercado común todo cambió, salió el código europeo, luego se modificó el código aduanero, y se nos reconoce en ambos casos, aunque en el nuevo nos cambiaron el nombre por representantes aduaneros, pero la función es la misma.
“En el momento que hay una crisis, como ahora con la inflación, se ralentiza la importación de mercancías. Se ha notado en los últimos meses y se espera que sea la tónica hasta fin de año”
— La entrada en la UE perjudicó a los agentes de aduanas, pero con el Brexit no les ha ido mal …
De la noche a la mañana cambió el panorama, de haber controles a libre circulación en un día… Se llegó a perder el 80% de negocio en algunos casos, fue doloroso. Pero luego, poco a poco, creció el tráfico con terceros países. El Brexit nos ha beneficiado porque Reino Unido es un importante comprador. Ahora el tráfico ha bajado un poco porque hay más controles aduaneros, sanitarios y otros, tanto aquí como allí. Pero por esos controles precisamente hemos recuperado tráfico. Y eso ha beneficiado sobre todo a las aduanas fronterizas.
— ¿Cómo les ha afectado la crisis de la inflación?
Somos un sector sensible a la demanda interna, la comunitaria y la de terceros países. En el momento que hay una crisis, como ahora con la inflación, se ralentiza la importación de mercancías. Se ha notado en los últimos meses y se espera que sea la tónica hasta fin de año.
— ¿En qué medida se ha notado?
Es difícil dar un porcentaje del bajón, pero, por ejemplo, en el PIF (Puesto de Inspección Fronteriza) que llevamos nosotros, la reducción ha sido de aproximadamente el 30% respecto a hace unos meses. Hay que tener en cuenta que la inflación se fija en torno al 10%, pero en algunos artículos es del 18%. Y si suben las hipotecas se reduce el consumo. La guerra ha subido los precios de la energía, el gas y el petróleo, eso a su vez ha repercutido en toda la cadena de distribución. Como anécdota, mira lo que ha pasado con el hielo, algunos han decidido dejar de fabricarlo porque no hay ganancias.
— Y a ese respecto, ¿qué proponen?
Poco podemos hacer nosotros porque es una cuestión de coyuntura del país, de exportadores e importadores. Como intermediarios y asesores de comercio exterior ayudamos en lo que podemos, pero si tu cliente ve que le bajan los pedidos él también reduce las compras y evita tener stocks.