Los inesperados y acelerados cambios en la forma de trabajar durante la pandemia han provocado que muchas empresas no dispongan de los equipos de protección adecuados para evitar las fugas de datos. De hecho, en 2020 la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) ha notificado un total de 1.370 brechas de seguridad de datos personales, lo que supone un aumento del 150% en solo dos años. En 2018 se registraron apenas 547.
Uno de los sectores más afectados ha sido el sanitario con un coste medio por brecha de datos valorado en 5,88 millones de euros, según el informe Data Breach Report de IBM. El Dossier de Indicadores sobre Ciberseguridad y Confianza Digital en España y Europa, publicado en mayo por la ONTSI (Observatorio de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información), refleja que el 23 % de las grandes empresas ha sufrido algún incidente de seguridad en el último año, frente al 12% de las pymes.
Existen tres tipos de fugas de datos. En primer lugar, las accidentales, en las que los empleados de forma involuntaria realizan actividades no permitidas por la compañía; las comprometidas, en las que el desconocimiento puede llevarles a ocasionar un incidente causado por un ataque externo; y las maliciosas, en las que de forma intencionada se vulnera el sistema para acceder a información confidencial.
Aunque las consecuencias de una fuga son similares para cualquier tipo de organización, alrededor del 95% de los ciberataques tiene su origen en el llamado factor humano, según la consultora PwC.
Coincidiendo con el Día Internacional de Internet Segura, desde Ironhack, una escuela de formación de talento digital, han elaborado una guía con consejos para reducir el riesgo de fugas de datos. Estas pasan por clasificar la información por su importancia; aplicar herramientas base de seguridad interna, como los cortafuegos o los antivirus; evaluar los permisos de seguridad y, lo más importante, formar convenientemente a los empleados.
