La transición energética hacia modelos sostenibles ha comportado la práctica desaparición del tráfico de carbón, uno de los más importantes hasta hace apenas treinta años, y que hoy se encuentra en vías de extinción.
También en Balears, una isla energética en la que el carbón ha jugado tradicionalmente un papel importante. Después de años de disminución del tráfico de carbón en el puerto de Alcúdia, en 2021 ha desaparecido de entre las mercancías embarcadas o desembarcadas en sus muelles.
Según explica Ports de Balears, el descenso de las importaciones de carbón a través de Alcúdia ha sido progresivo pero contundente. Si en 2018 el volumen superó el millón de toneladas, en 2019 descendió a poco más de 700.000. Al año siguiente, la cifra cayó hasta 95.170. En cuanto al número de buques implicados en estas tareas, se ha pasado de 128 en 2018 a solo 11 el año pasado.
La falta de demanda de carbón en Mallorca se asocia principalmente a la progresiva reconversión de la central térmica de Es Murterar, en Alcúdia. A finales de 2019 dejaron de funcionar los grupos 1 y 2 de carbón, los más antiguos, y los otros dos redujeron su funcionamiento a 1.500 horas anuales.
En agosto de 2021 se dio un paso más, limitando las horas de funcionamiento a 500, lo que equivale a 20 días al año. De esta manera, en dos años el carbón ha pasado de generar el 50% de la electricidad a menos del 5%.
Algo que confirma la creciente descarbonización de la economía balear, en línea con la ley de Canvi Climàtic, que fija que toda la energía que se produzca en el archipiélago será de origen renovable en 2050.
Este proceso se combina con el desarrollo masivo de las tecnologías renovables y de almacenamiento y modernizar las instalaciones más antiguas. Las instalaciones portuarias son ejemplo de este proceso, apostando por fuentes no emisoras como el hidrógeno en la estación marítima cuatro del puerto de Palma, que en un futuro se convertirá en el primer edificio de la APB de consumo energético casi nulo.
