Los desvíos de buques portacontenedores hacia el cabo de Buena Esperanza para sortear los ataques en el mar Rojo están dando lugar a trayectos más largos y fletes más costosos, tanto a nivel económico como medioambiental. Así lo pone de manifiesto la Asociación de Cargadores de España (ACE), que cifra el incremento del coste del flete del contenedor en entre 3.000 y 4.000 dólares, cuando hace un par de semanas se encontraba en torno a los 1.100 dólares.
“Este incremento provocará, a su vez, un aumento en el precio de los productos y el regreso de una inflación desbocada, en unos momentos en los que, con el esfuerzo de toda la sociedad, estaba empezando a remitir”, subraya la organización.
La ruta por el cabo de Buena Esperanza añade 10.000 kilómetros y casi 10 días de navegación, aun cuando se realice a máxima velocidad. “La llegada tardía de los buques hace que se esté gestando una nueva crisis de contenedores”, explica ACE, “que impactará negativamente en toda la cadena de suministro, provocando congestiones portuarias, retrasos, y posibles desabastecimientos”.
Además, recuerda ACE que a partir del próximo lunes, las navieras se incorporan al Régimen de Comercio de Derechos de Emisión (EU ETS), lo que comportará que las emisiones se incrementen exponencialmente a medida que se eleva la velocidad. “Veremos como aumentará todavía más el tiempo de tránsito”, advierte.
Para algunas mercancías y rutas existe una alternativa terrestre o aérea al transporte marítimo, pero, estas alternativas, penalizan, no solo económicamente, sino también medioambientalmente, “ya que se trata de modos de transporte más contaminantes”.
Por todo lo expuesto, según los cargadores, resulta “vital” retomar la ruta del mar Rojo/canal de Suez, y para ello, las navieras han pedido una mayor protección. Desde la Asociación de Cargadores instan a las autoridades competentes a que “trabajen para garantizar la seguridad de los buques” que navegan por el mar Rojo, “ya que cada día que se prolonga esta situación, la economía española está pagando un precio demasiado elevado”, en forma de fletes y emisiones de CO2.